viernes, 1 de abril de 2011

Relato de Héctor


¡¡Oztia!! Esto está más oscuro que boque lobo, menos mal que con el sicólogo de la escuela hemos trabajado esta fobia.

Jope, podría tener una madre más normal, que de castigo me quitase una noche la tele o un par de días los videojuegos como a mis compañeros, pero esto de encerrarme en un ataúd… Bah, mejor no contarlo, sería el hazmerreír del curso, qué papelón. Pero es que, además, ella constantemente me dice que cultive las habilidades sociales y he pasado media vida castigado en este catafalco.

Recuerdo la primera vez que me encerró. Vivíamos en esa vetusta casa torre de los abuelos desde la que se podía divisar todo el pueblo. Ahora que casi me he acostumbrado puedo calcular el tiempo, la primera vez me pareció una eternidad, me faltaba el aire, creí que iba a enloquecer; ahora ya no lo llevo tan mal. Pienso sobre todo en aquellas soleadas vacaciones de verano corriendo de las manos de mis padres por entre los trigales, y en el bosque. Qué alegre era mi Madre entonces. Cantaba, reía, me contaba historias y cuentos todas las noches…

De pronto todo cambió, nunca más supe de mi Padre. A partir de ese día mi Madre dejó de cantar y reír, tampoco me ha vuelto a acariciar desde entonces, ahora le enfada todo lo que hago o digo y su castigo favorito y único es encerrarme en este ataúd durante una o dos horas. Reconozco que últimamente me he puesto un tanto rebelde y hay momentos en los que pienso escapar. Ella parece adivinarlo, a pesar de que cada vez la veo más patosa y envejecida. Esta tarde, sin ir más lejos, resoplaba al subir las escaleras y decía que el corazón le iba a estallar. Claro que ello no fue obstáculo para que celosamente pusiera los cuatro tirafondos de la tapa, pero… ahora que lo pienso no he escuchado ningún ruido en la casa desde hace varias horas... 

-Mamá… ¡Mamá!

martes, 29 de marzo de 2011

Principio dialogado


PRINCIPIO OBLIGATORIO

-¿Mercedes Roca?
-Sí, soy yo.
-¿Puede hablar? ¿Está sola?
-¿Quién es?
-Llamo de parte de alguien que la está buscando hace mucho.

PALABRAS OBLIGATORIAS
  • Sarcófago
  • Uñas negras
  • Presagio
  • Andar de puntillas
  • Parte de culpa
  • Sin ton ni son
  • Temblores
  • Calcetines de lana
  • Tomar clases de inglés


RELATO DE LASSIE

-¿Mercedes Roca?
-Sí, soy yo.
-¿Puede hablar? ¿Está Sola?
-¿Quién es?
-Llamo de parte alguien que la está buscando hace mucho.
-¿Y por qué no llama la persona esa si está tan interesada?
-Es que... está muerta.
-Déjeme en paz. No me interesan ni los videntes ni esas tonterías. O no…, ¿no será esto una campaña publicitaría de las putas compañías de teléfono, oiga déjeme en paz siempre igual. ¡¡¡Harta me tenéis, hijos de puta!!!
Mercedes sintió un toque en la espalda y se dio la vuelta.
Aquella extraña figura toda de negro, encapuchada, le dijo:
-Soy la muerte.
Y le acercó el móvil.
-Que estoy harta, le digo que estoy harta de las putas compañías de teléfono móvil, que no sabéis qué inventar. ¿Cuánto te pagan por vestir así? Ya, ya sé que estás en paro y que te has agarrao a lo primero que te ha salido, pero a mi déjame en paz que no quiero tener móvil, estoy hasta el coño, me oyes, y ahora vete de una puta vez o te meto una hostia.
La muerte se quedó pasmada, estaba acostumbrada a reacciones más evasivas, o a que intentaran negociar entre temblores. El conflicto directo le resultaba muy difícil, sobre todo si la otra persona no quería escuchar.
-Tienes el sarcófago preparado, Mercedes, incluso tienes pagado el plus de calcetines de lana post mortem.
-Que no me interesa, que no me interesa, que me dejes en paz. Cógete la puerta y vete. ¿Te crees que me vas a engañar?
-Del móvil salían unas voces no muy tenebrosas pero si muy estridentes, sobre todo para ser del más allá.
Mercedes cogió el teléfono, y sin hacer caso de lo que aquella voz estridente de ultratumba dijese, gritó:
-Que no quiero móvil, que no me interesa, qué estrategia de propaganda esta, sin ton ni son y con un actor en paro, malísimo por cierto.
Al oír esto, la muerte dijo:
-Necesito unas vacaciones.
-Que no y que no; iros a tomar por culo...
-Mercedes, Merceditas, que soy tu madre; escúchame, haz el favor.
Cómo se va a poner tu padre cuando llegues tarde; ¿toda la vida igual y ahora toda la muerte? Si es que tengo yo parte de culpa por habértelo consentido todo, si es que eres una jipi, si es que tengo que cargar yo con todo, tu padre en las nubes y yo aquí preparando el gazpacho de antimateria… venga, hija, no hagas tanto rabiar a tu padre.
-Mama, qué pasa, ¿pero tú no estabas muerta? ¿Qué haces trabajando en una compañía de teléfonos móviles? Primero me mientes con tu muerte y ahora me das este disgusto, no me jodas, mama, me vas a matar a disgustos.
- Eso es lo que te quería decir: que es la hora de tu muerte. Yo te iba a indicar qué hacer una vez murieses para que tuvieras un buen tránsito, no como tu padre, que se pasó seis meses en el oncológico dando vueltas.
La muerte sacó la guadaña y comenzó a segar la vida de Mercedes Roca. Pero Mercedes le dio un empujón y le dijo:
-¿Pero no ves que estoy hablando con mi madre? Además de mal actor, maleducado.
La muerte se cayó, sus huesos quedaron descoyuntados, la cadera por un lado los fémures por otro, un desastre.
-¿Qué decías mama? Perdona, pero es que me estaban dando la lata.
-Que te vengas ya, que ya te ha tocado.
-Pero si estoy de puta madre, mama, no me vengas con tonterías,
¿en qué compañía de teléfonos estás? Te espero a la salida y hablamos.
-Que no, hija, que estoy muerta; con todas las letras: M U E R T A.
-No te oigo, mamá, espera un poco, que tengo un lío aquí; se me ha llenado esto de huesos.
La muerte no daba crédito a lo ocurrido. Siempre pensó que tenía que haber recibido más clases de inglés, así le hubieran tomado más en serio. Mientras tanto, Mercedes cogió una bolsa de plástico y metió dentro todos los huesos y la capa de la muerte, y también la guadaña que previamente había cerrado.   
-Sí, mama, dime, que ya he recogido lo que quería recoger y el actor ese ya se ha ido. Menos mal, porque era muy malo el pobre.
La muerte, desde dentro de la bolsa, no daba crédito a lo ocurrido; lo único bueno era que en la bolsa su no respiración era mejor y eso le aliviaba un poco mientras intentaba salir.
Mercedes vio moverse la bolsa y dijo:
-Espera un poco, mamá, esto parece un mal presagio; a ver si vas a tener razón. Los huesos se mueven dentro de la bolsa. Espera, que voy a tirar la basura antes de que pase el camión, que ya son las once.
-¡Las once! -gritó la madre-. Tu padre se va a poner hecho una furia. Que es tu hora, hija mía, hasta a eso vas a llegar tarde. Límpiate las uñas después de bajar la basura, que siempre me traes las uñas negras cuando vuelves… pareces una homeless de esas.
La hija, sin escuchar a su madre, bajó las escaleras a todo correr, se cayó y se rompió la cabeza.  La muerte salió de la bolsa de plástico, ya recompuesta.
-La hostia -dijo la muerte con gesto de gran sorpresa-. Ya me ha costado. Me voy de aquí cagando leches. De mañana no pasa, me voy a pedir unas vacaciones, que ya son años trabajando, joder. La muerte se fue de allí refunfuñando.
Mercedes vio su cuerpo tendido en la escalera junto a un charco de sangre y pasar toda su vida por delante de sus ojos . Una vez acabado el proceso, apareció su madre, que parecía andar de puntillas pero que en realidad flotaba en el éter.
-Mercedes, ya está bien, eres una rebelde, una jipi y una grunge. Vamos antes de que llegue tu padre, no lo ves, está allí, en las nubes como siempre...
Sí, mama -dijo Mercedes con humildad, y en ese momento fue absorbida por la luz.